TRAIN BISTRO


Existe alrededor del mundo una cantidad increíble de restaurantes y bares temáticos cuyas propuestas gastronómicas no siempre se limitan a extravagantes menúes; invitan al comensal a sumergirse en ambientes fuera de lo común, como si ingresasen a un nuevo y mágico mundo por el solo hecho de atravesar sus puertas. La experiencia es un viaje en sí misma: pueden transportar a los clientes a remotas regiones a través de sabores y ambientación pero, como dijimos, también a escenarios impensados: desde beber un trago en un bar de hielo hasta cenar bajo el agua o entre dinosaurios, todo es posible gracias a la imaginación del ser humano.

Carlos Molina es uno de estos emprendedores "diferentes"; de esas personas que se animan a encarar grandes proyectos y a la vez a contribuir a crear esos lugares donde es posible esquivar lo cotidiano. Argentino, licenciado en sistemas, a pesar de tener la responsabilidad de dirigir todo un departamento en una importante empresa de sofware contó con la disciplina y determinación suficientes como para reservar parte de su escaso tiempo para materializar su sueño. Aunque en su país fue imposible por las inacabables crisis económicas no se dejó amedrentar: buscó otras opciones y encontró en el DF mexicano el sitio donde materializarlo. Tampoco pudo con el la pandemia: en plena búsqueda de un local el Covid azotó al mundo y lo obligó nuevamente a aplazar el proyecto. Pero con el correr de las semanas se dio cuenta de que lo que tenía en mente podía de igual forma llevarse a cabo: un restaurante donde los alimentos llegasen directo a la mesa y los comensales estuviesen ubicados en cubículos especiales, separados de otros por acrílicos. Pero ¿de qué tipo de restaurante estamos hablando?, se preguntará el lector a estas alturas... De uno ambientado como una estación europea de trenes de los años ´50, donde los mozos fuesen directamente las formaciones a escala y donde esos cubículos de los que hablábamos antes representasen prolijos camarotes.

¿Por qué trenes? Carlos se confiesa ferromodelista desde temprana edad. Recuerda que a los 4 años su padre le regaló el primer set de trenes Marklin y desde entonces brotó en el esa pasión. Con el paso del tiempo supo fundar varios clubes dedicados a la temática, buscando mas que nada despertar el interés de los chicos. Y terminó perfeccionando su intención a través del establecimiento del salón que nos ocupa, con capacidad para 160 personas.

Cuenta también que la idea surgió tras un viaje a Alemania, donde un amigo lo llevó a un local donde justamente llegaban las bebidas a la mesa a través de trenes. En ese mismo instante quedó hipnotizado, con la idea ya fija de replicar la idea pero dando un paso más allá, creando algo hasta entonces nunca visto en ninguna parte por su magnitud. Armó sus valijas y comenzó a recorrer Europa para hacer el trabajo de campo necesario de análisis de distintos tipos de atracciones que involucrasen trenes a escala. Pasó por Hamburgo, Praga, Goppingen, Anger y Heilbronn, y a su regreso decidó empezar con Train Bistro.


Sobre el restaurante en sí.

El mismo y su gente han diseñado los trenes, para adaptarlos adecuadamente al transporte de las comidas y bebidas (base de Escala G, célebre en el mundo del modelismo ferroviario debido al tamaño y durabilidad de las piezas). Tienen la capacidad suficiente para llevar una carga de hasta 2 bandejas cada coche, con configuraciones de hasta 2 pisos.

El local cuenta con 4 diferentes ambientes: el salón comedor en sí, un café francés, un patio de juegos para los más chicos y una tienda donde se pueden adquirir recuerdos e incluso sets de modelos a escala. 


Para su construcción se han utilizado más de 2 kilómetros de cable y 210 metros de vías. Y para su operación cuenta con 12 locomotoras controladas por computadora y 32 vagones especialmente adaptados, como fue indicado más arriba.

En síntesis: un lugar increíble para visitar, que se ha convertido sin dudas en una atracción más de la ciudad capital de México.